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viernes, 5 de junio de 2009

Cosas que me han marcado ( I )

Vuelvo al Blog tras tiempo sin cosas nuevas......esto de haber comprado un piso y después de trabajar irte a estar pintando y dejándolo a tu gusto, quita el tiempo para todo lo demás.
Voy a recordar un caso que me marcó:

El Niño de Somosierra.
Su nombre era el de Juan Pedro Martínez Gómez, de 10 años.
Nos situamos en la noche de San Juan de 1986 en Los Cánovas (Murcia). En aquella fecha desaparecería, hasta el día de hoy, el niño Juan Pedro Martínez Gómez en un accidente de tráfico en el que sus Padres Andrés Martínez y Carmen Gómez fallecerían, el suceso se produjo entre las provincias de Madrid y Segovia, en Somosierra. A Juan Pedro,su padre le había prometido que si aprobaba todas las asignaturas de aquel curso de 1986, le llevaría como premio en el camión para hacer realidad un sueño que tenía el crío, ver las vacas pastar en el campo, y en Bilbao podría ver cumplido su sueño.
La travesía se inicio arrancando el Volvo F-12,que emprendía el viaje hasta una petroquímica de Bilbao, cargado con 20.000 litros de ácido sulfúrico óleum. Al volante, un experto conductor, Andrés Martínez. Le acompañan su esposa Carmen Gómez y su hijo menor Juan Pedro.
Su primera parada, sería para repostar en la localidad de Venta del Olivo, a pocos kilómetros de Cieza (Murcia).De ahí se dirigen hacia Las Pedroñeras , Allí, siendo las 0:12 horas de la noche,fueron vistos los tres por los trabajadores de la gasolinera. Tras aparcar en una zona de descanso y echar una cabezada volvieron a la carretera nacional 301 hasta entrar en Madrid. A las 5:30 am, cuando comenzaba a amanecer, realizaron su última parada.
Escogieron el apartado mesón Aragón, dentro del término municipal de Cabanillas y en las mismas faldas del puerto de Somosierra.

En el interior del mesón les atendió un joven camarero, Felipe Alhambra, que les sirvió dos cafés, un vaso de leche y una bayonesa para el niño.
Tras pagar las consumiciones y despedirse volvieron a penetrar en la cabina.

A partir de ese momento comienza el misterio que aún dura mientras escribo estas lineas.
El Volvo F12 se pone a 140 kilómetros por hora sin motivo aparente y en una de las variantes de la antigua carretera nacional I derrapa chocando frontalmente con otro vehículo de gran tonelaje saliéndose de la calzada e impactando contra otra hilera de vehículos que circulaban tras él. El Volvo F-12 se estrella contra una arboleda e inmediatamente un chorro letal de ácido surge por la grieta abierta en la cisterna. En apenas segundos el cilindro metálico se resquebraja esparciendo todo su contenido por la carretera, obligando a frenar a decenas de automóviles y provocando un descomunal caos circulatorio.
La inmensa caravana, que se prolonga durante más de nueve kilómetros,poco después las patrullas policiales hacen acto de presencia en la zona.
Tras desviar el tráfico se comprueba que la cabina está totalmente destrozada y los cuerpos calcinados de los conductores entre un amasijo de hierros.
La Guardia Civil reconoce a dos personas de mediana edad que yacen muertas en el interior del vehículo. Nadie sabía en aquel momento de la existencia de un tercer pasajero y por
ello se centró la labor en detener la riada de ácido sulfúrico que amenazaba seriamente las aguas de los afluentes del río Duratón. Los titulares de los diarios vespertinos madrileños eran esclarecedores y para nada hacían eco de lo que luego se convirtió en una de las desapariciones mas misteriosas de Europa.

Las portadas de los diarios de tirada nacional se hacían eco del suceso.
Los cuerpos de las víctimas estuvieron varias horas sin ser apenas tocados. El ácido cayó sobre sus rostros durante 20 minutos pero apenas produjo daños de importancia, tan sólo unas leves desfiguraciones en sus caras.
Fue al anochecer cuando un rumor recorrió como un rayo el alma de las más de cien personas que allí se encontraban... El nombre de Juan Pedro Martínez, un latigazo, cruzó de boca en boca la larga hilera formada por los coches policiales y las grúas de rescate. Los abuelos del muchacho habían llamado desde
Los Cánovas tras observar las imágenes del accidente por televisión. Su pregunta fue clara y rotunda: «¿Dónde está nuestro nieto?»...
Hacia las 21:00 el cuerpo de bomberos abre con cortafríos la cabina del Volvo en busca de pruebas, pero el rastreo inicial demuestra que allí no hay ni una sola huella de Juan Pedro.
Las llamadas entre Somosierra y Los Cánovas se suceden para descartar cualquier posibilidad de que el joven no hubiese efectuado el viaje, pero el minucioso rastreo realizado por la Guardia Civil en la localidad murciana demuestra que numerosos testigos, desde familiares hasta los compañeros de clase, sabían que Juan Pedro montó en el camión cisterna de su padre.
Ante tales evidencias, Protección Civil despliega una red de efectivos por las provincias que el Volvo F-12 atravesó en su último viaje con el fin de recalar nuevos testimonios que confirmasen la sospecha.
En esos rastreos surgen decenas de testimonios, sobre todo en las diversas estaciones de servicio donde se detuvo el vehículo en los que se constata claramente que Juan Pedro iba en el vehículo por lo menos hasta la ultima parada en el mesón Aragón, ya en Somosierra.

El tercer pasajero no se encuentra allí, aunque si unos zapatos y un jersey de niño en la cabina del camión, pero ningún miembro de los cuerpos de protección civil lo vio. Se peinó la zona en 30 km a la redonda tanto a pie como en motocicleta.

Las investigaciones realizadas demostraron a partir de los datos registrados en el tacógrafo que el camión efectuó 3 paradas, estas paradas fueron el Las Pedroñeras (en la N-301, provincia de Cuenca ), la segunda en La Venta del Olivo y la tercera antes de iniciar el puerto, en las cuales el niño pudo haber abandonado el camión. Sin embargo testigos vieron a la familia completa en la ultima de las paradas, según estos testigos el niño se encontraba en medio de la cabina entre su padre y su madre.

Las mismas investigaciones a través de los residuos dejados en la serie de paradas las investigaciones dicen que eran 3 pasajeros. Lo cual hace que el caso sea realmente extraño ya que la Guardia Civil acordono la zona de accidente rápidamente y nadie pudo entrar o salir de esta y nunca se encontró el menor rastro del niño, ni un pelo, ni una uña, nada.

Pasados cinco días del accidente, y con carteles de Juan Pedro distribuidos por todo el país , surgió un nuevo y extraño rumor. El tacógrafo del Volvo marcaba que se habían producido varias y anómalas detenciones al bajar el puerto de Somosierra. El tacógrafo, como si se tratase de la caja negra de los camiones, es un disco circular de papel que recoge con máxima habilidad el número de detenciones, aceleraciones bruscas y demás movimientos realizados por el conductor. Cuando se extrajo el del camión siniestrado, se comprobó que se habían efectuado doce paradas en los pocos kilómetros de ascenso al puerto. Después, y según indicaba el chivato de papel, Andrés Gómez había puesto el vehículo al 140 Km/h.
El análisis de tan anómalo comportamiento desató la caja de los truenos. Persecuciones, asuntos de contrabando de drogas y demás historias rocambolescas se barajaron durante una semana de auténtico infarto.
Llamados a declarar, los testigos que circulaban aquel amanecer confesaron haber observado una furgoneta blanca que a toda velocidad precedía al Volvo F-12. La pregunta que quedó suspendida en el aire era clara y nítida: ¿Perseguía el camión a la furgoneta?, y si es así, ¿cuál era el motivo de ese descenso suicida?, ¿estaría ya Juan Pedro en el vehículo de unos hipotéticos secuestradores?... A los pocos días, y mientras la confusión se apoderaba de todo lo relacionado con el niño de Somosierra, dos testigos presenciales, pastores que no quisieron facilitar su identidad, confesaron haber observado, nada más estrellarse el camión, como dos extraños individuos de altura muy considerable, tez blanquecina y batas entalladas y blancas hasta los tobillos salían de un vehículo y se aproximaban a los restos humeantes de la cabina. Entre el escándalo formado por el resto de camiones colisionados y la incipiente caravana, estos dos «extranjeros» recogieron algo parecido a un gran bulto y huyeron del lugar.
La sorprendente afirmación mantuvo en vilo a toda la Policía Nacional, que investigó y documentó en una semana a todos los dueños de furgonetas blancas marca Nissan Vannete. Una vez más, a pesar de los esfuerzos sobrehumanos de las fuerzas de seguridad, el asunto acababa en agua de borrajas, es decir, sin rastro del paradero del niño más buscado de España.

Y hasta nuestros días, Juan Pedro tendría ahora mismo 33 años.
Recuerdo que con mis 10 años también, miraba la televisión extrañado por el caso, fue este y casos envueltos por el misterio por los que me hice asiduo de programas radiofónicos tipo, zona cero con el mítico Cebrian, programas de Miguel Blanco en diversas radios,Jimenez del Oso, el malogrado y gran Profesor Germán de Argumosa,actualmente Iker Jiemenez....

Lo dicho, este caso para mi es uno de los mas extraños que recuerdo, por que 23 años después ni rastro queda del joven Juan Pedro, nada de nada.

2 comentarios:

Santi dijo...

Me acuerda de este caso yo tambien, fue y es una verdadera incognita.
A ver si le das mas vida al blog Jose, que me gusta leerte.

Anónimo dijo...

Recuerdo el caso, soy de Murcia y fue muy seguido por aqui